viernes, 21 de enero de 2011

Nuestra Participaciòn en la Mesa de Gestiòn

Mujeres por la Equidad de Genero en la Mesa de Gestiòn contra la Violencia Familiar.

Gratamente recibimos y aceptamos la invitación de la Municipalidad a participar de la Mesa de Gestión Distrital contra la Violencia Familiar a fin de debatir, reflexionar y participar en la toma de decisiones respecto a esta problemática. Creemos muy importante la iniciativa de poner en práctica la Ley Pcial. 12569 de Protección contra la Violencia Familiar y apoyamos la acción municipal en Ese sentido cumpliendo su rol de asistir a las víctimas creando una casa-refugio y brindando asesoramiento legal, tratamiento médico y psicológico y custodia policial. Todas estas medidas, sumamente necesarias para el tratamiento de los casos consumados, van a ser implementadas por primera vez en General Pinto para quienes las necesiten. Felizmente la convocatoria fue muy exitosa, concurriendo representantes de casi todas las dependencias estatales, lamentándose únicamente la ausencia del Poder Judicial, por lo que hacemos votos para que en próximas reuniones pueda sumarse ya que su rol es esencial .

Desde nuestra perspectiva planteamos dos sugerencias para ampliar los beneficios de estas acciones: darle un marco más abarcativo y trabajar en la prevención.

1) La importancia de darle a este proyecto un marco acorde a la Ley Nacional 26485 (2009)de Protecciòn Integral a las Mujeres, abarcativa de diversas modalidades de violencia: doméstica(familiar), pero también sexual, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática. Planteando que, excepto el caso del refugio exclusivo para víctimas de violencia familiar, los demás servicios (abogado, medico, psicólogo, policía) puedan ponerse también a disposición de las mujeres víctimas de violencia de género. Dándose así un paso más en la dirección marcada por el Gobierno Nacional de caminar hacia una equidad real, donde sea posible la eliminación de la violencia de género, generadora de la violencia familiar. Porque también la violencia contra niños, enfermos y ancianos es producto de una sociedad patriarcal que justifica el abuso de los que detentan el poder en todos los ámbitos (por ej. familiar) sobre los demás.

2) Para prevenir se acordó trabajar con las instituciones escolares, para lo que solicitamos la implementación de la Ley Nacional de Educación Sexual Integral Nº 26150(2006)que promueve la formación integral con perspectiva de género, según los lineamientos curriculares de la Pcia de Bs As. Esta valiosa herramienta requiere la formación en ese sentido de los estudiantes de la docencia y los docentes en ejercicio, valiosísimos agentes multiplicadores que promuevan conductas de autopreservación, autodefensa, respeto y cuidado mutuo; flexibilización de roles; desnaturalización de las jerarquías sociales; informaciòn de derechos y formación de ciudadan@s libres y capaces de modificar su realidad individual y colectiva.

Esperamos seguir trabajando en este sentido, en pos de un único objetivo: aportar lo posible para una sociedad en que tod@s vivamos bien. De otra manera se ayudarán a víctimas que seguirán creciendo y no alcanzarán los refugios.

Hasta siempre, hermana Marìa Elena


El viernes 14 de enero de 2011, Página 12 publicó un amplio homenaje a Marìa Élena Walsh, del que seleccionamos algún fragmento que dice mejor que nosotras lo que sentimos.
Junto con Diana Maffìa, las Mujeres por la Equidad de Gènero de General Pinto elegimos para recordarla èsta estrofa:
Sé que ustedes pensarán
qué pretenciosa es la Juana,
cuando tiene techo y pan
también quiere la ventana
“La Juana” M. E. Walsh
La pequeña historia de una mujer del interior que pide a su patrona que le preste el televisor para tener un sustituto del cielo que no se encuentra en las ciudades, una ventana para ver más allá. La Juana nos interpela sobre el modo en que las mujeres burguesas obtienen su libertad y comodidad a expensas de otras mujeres más humildes, y nos recuerda que ninguna mujer se emancipa sola, y que género y clase deben ir unidos en el análisis. Nos dice también que hay muchos modos de la sabiduría que no son la cultura hegemónica. Todo eso y mucho más dicen las estrofas de una canción en clave feminista.
María Elena Walsh era feminista, lo era por profunda convicción de dignidad y por enorme libertad, y también por reacción a las muchas cadenas que nos atan y donde el patriarcado es el salvoconducto de la estupidez. Pero su feminismo era de concepción compleja y de profunda ética de la sororidad. María Elena quería despertarnos a las mujeres, y sobre todo advertirnos a las mujeres comprometidas políticamente que nada lograríamos por la vía de la política tradicional, que debíamos tener fuertes solidaridades y saber conspirar entre nosotras para buscar un cambio que no fuera engañoso.
El 7 de marzo de 1973, mientras nos preparábamos para salir de la dictadura de Lanusse sin saber que poco después caeríamos en un horror mucho más profundo, en el fervor del resurgimiento de los partidos políticos María Elena Walsh escribió en la revista Extra su “Carta a una compatriota” (ver abajo). Línea por línea esa carta nos marca el mapa y la brújula para un movimiento de mujeres que entonces se encontraba todavía en germen. Para ella su posición política ya era el feminismo, ya era la emancipación de las relaciones de poder naturalizadas, la salida del embrutecimiento programado del encierro doméstico, el reconocimiento de nuestros saberes y nuestra diversidad, y sobre todo el establecimiento de un “nosotras” que rompiera los muros que impedían un encuentro entre hermanas. Nos llama así, “hermanas”, amorosamente: “Pero las mujeres nunca hemos sido hermanas sino entes aislados, parias sociales, menores de edad instigadas a traicionarse. A pesar de todo, nos ha hermanado nuestra común condición de sombras, nuestro condicionamiento como satélites sujetas a implacables reglamentos. En materia de política venimos compartiendo demasiados sobresaltos y bastantes angustias. Es verdad que también las pasan nuestros varones, pero también es verdad que son ellos quienes las fabrican”.
María Elena advertía a las entusiastas que se habían integrado al trabajo de los partidos que por su participación no obtendrían reciprocidad en las formas de representación, salvo alguna excepción que permitiera decir que si las mujeres se esfuerzan, entonces alcanzan sus objetivos. Capitalismo y patriarcado caían bajo su navaja con igual filo; género, clase y etnia se unían en la demanda emancipadora: “Las mujeres, como los negros, los colonizados, la clase trabajadora, a medida que tomamos conciencia, menos queremos dádivas; queremos lo que nos pertenece por derecho y nos arrebatan día a día, es decir, todo”
Hay quien todavía ahora considera hostil al feminismo, lo considera un discurso combativo que confronta con el paternalismo a veces galante de los varones, que censura las vidas apacibles de aquellas mujeres que prefieren lograr con artimañas ventajas individuales en lugar de afrontar transformaciones colectivas. Hay quien todavía ahora nos pide a quienes hemos tomado compromisos políticos que nos ocupemos de la pobreza, o de la salud, o de la educación en lugar de ocuparnos de las mujeres, como si esto fuera posible”(…)DIANA MÀFFIA.
RESCATES - MARIA ELENA WALSH 1930-2011
Carta a una compatriota
En 1973, poco antes de las elecciones y cuando todavía gobernaba la dictadura de Agustín Lanusse, María Elena Walsh publicó en la revista Extra esta carta dirigida a sus congéneres en la que sentaba las bases para un movimiento de mujeres que todavía podría seguir sus palabras, acomodando apenas algunas comas.
Querría empezar esta carta llamándote hermana, sea cual fuere tu edad y tu condición social. En realidad el parentesco es novedoso, un descubrimiento reciente del Movimiento de Liberación Femenina. Hasta ahora, sólo fueron hermanas las monjas, y al parecer no por ser hijas del mismo padre sino por ser esposas del mismo esposo, ¿no? Porque hijos de Tata Dios somos todos. En la Gran Familia Argentina los varones fraternizan, se abrazan ruidosamente, se llaman ¡Hermano! Con tanguero fervor, y en el paroxismo de la pasión fraterna llegan a desnudar a los futbolistas en plena cancha. Pero las mujeres nunca hemos sido hermanas sino entes aislados, parias sociales, menores de edad instigadas a traicionarse.(...)
Querría decirte, hermana, en fin, porque supongo que estás tan harta como yo de paternalismos y no es cuestión de que, aprovechando la invitación de la revista a dialogar con vos, me trepe a un púlpito “maternalista” para endilgarte reprimendas y sugerencias, por no decir amenazas, como las que recibimos a diario desde todos los frentes.
Querría compartir con vos algunas incertidumbres, algunas indignaciones y algo que ha pasado a ser desesperación. O, para decirlo con una frase que muchachos graciosos podrían atribuirnos: “Querida, ¿qué disfraz nos cosemos para estos carnavales preelectorales?”. Porque las mujeres siempre estamos obligadas a disfrazarnos de algo para poder sobrevivir.
Si sos militante de algún partido nada tengo que decirte, sino que te deseo buena salud y que aprendas karate. Y que trates de no equivocarte, porque el error de un hombre –aunque sea un error a mano armada– no es más que un simple error “¡es humano!”. Pero el error de una mujer es una afrenta pública y sirve a la generalización: “Las mujeres no están capacitadas... etc.”.
Pero es posible que no milites ni creas ya demasiado en plataformas, candidatos ni alocuciones. Seas quien fueres, estás sosteniendo un sistema que se cae de podrido, en tu doble calidad de víctima y de cómplice.
Sobre tus hombros el sistema descansa tranquilo, y por eso te recomienda tranquilidad, “femineidad”, que no te amachones abandonando los ruleros y usando la cabecita loca para pensar. Porque gracias a tu acrobática economía sobrevivimos, porque permites a los hombres, con tu mano de obra gratuita y/o peor remunerada, a soportar una situación que sin tu sacrificio seria intolerable y los obligaría a combatirla con mayor puntería y celeridad.(...)
Las feministas no tenemos odio, tenemos bronca. El odio –con los fierros, sean armas o moneda– es cosa de hombres. Estamos hartas de odio, aunque venga empaquetado en sublimaciones y piropos. No hemos declarado la guerra, sino que señalamos que existe y tiene los años de nuestra civilización. Nos defendimos como pudimos, a veces con malas artes, por lo tanto es mejor que ahora parezca una guerra abierta, limpia, esta que declaramos contra todas las formas de la arrogancia machista. La guerrilla de la artimaña, el repliegue y la comodidad no hace sino reproducir series de esposas “achanchadas” y madres castradoras.
El Movimiento de Liberación Femenina es una ideología revolucionaria, no exprimida de libracos apolillados sino del cotidiano martirio de la mitad de la humanidad. Nace en las ferias y junto a las bateas, a la vera de las camillas de ginecólogos carniceros y a contrapelo de los viejitos célibes del Vaticano que vienen diagramando la conducta sexual según conviene a los intereses de los capitales y a las fluctuaciones del mercado bélico.
No es un entretenimiento destinado a distraer de la liberación de los pueblos, sino que esa liberación es mentira mientras la determinen exclusivamente los varones. (...)
El Movimiento de Liberación Femenina no se conforma con paliativos, aunque no tenga más remedio que aprobarlos en primera instancia. Tampoco busca a ciegas la igualdad con el hombre (¿igualdad en fuerza bruta, en tácticas de opresión, en fracasos?). Lucha para conquistar una absoluta autodeterminación, para acabar con el reparto de privilegios, funciones y sanciones según el sexo, para construir a la larga una nueva civilización, humana y cooperativa.
Las mujeres, como los negros, los colonizados, la clase trabajadora, a medida que tomamos conciencia, menos queremos dádivas; queremos lo que nos pertenece por derecho y nos arrebatan día a día, es decir, todo. Las mujeres, que fuimos custodias de la vida –para que fuera rifada en guerras– queremos más que nunca defenderla de los fabricantes de muerte. Pero según, cómo y cuándo lo determinemos nosotras.
Una de las más perfectas y sutiles perfidias de nuestra sociedad es el condicionamiento y la esterilización mental de las mujeres y los niños. Pero luchar contra ella es la lucha de todas las mujeres. Como cumplo con el pacto de no aconsejarte, y menos en estos momentos de apresurado proselitismo, no te pido que te conviertas en improvisada militante. Pero tengo la obligación de decirte que procures saber de qué se trata, desconfiando de las admirables cátedras de ignorancia que pueden darte los medios de difusión.
Releo esta carta escrita al correr de la máquina y supongo que puede resultarte agresiva. Lo siento. No pude hacerla peor. Por más que aguce el estilo me es imposible reflejar la agresividad de una villa de emergencia, de un aborto clandestino, de los precios de la farmacia. Estos ingredientes configuran un naufragio en el que las mujeres y los chicos entran primeros. Así como en los éxitos nacionales nos colamos por la retaguardia. Gracias, caballeros. (…)