jueves, 9 de febrero de 2012

INVITAMOS A LAS CANDIDATAS A REINAS DEL CARNAVAL A RENUNCIAR LIBREMENTE A SUS CANDIDATURAS

Resulta llamativa la ambivalencia que muestran las Instituciones que eligen representantes para los concursos de belleza, por un lado pretenden fomentar valores altruistas y por otro utilizan a chicas para exponerlas como objetos ante las miradas libidinosas de la multitud.
Seguramente todos sus integrantes coinciden con nosotras en repudiar las violaciones, los femicidios y la violencia familiar, considerando incluso como monstruos (fuera de la normalidad) a los abusadores. Nosotras  estamos convencidas que son emergentes de una sociedad machista que se manifiesta de muy diversas formas. Lo primero que caracteriza a ésta sociedad es la consideración de las mujeres como objetos, objetos de deseo, de pasión, de odio, pero siempre “algo” que se mira desde afuera. Por eso se las puede violar, maltratar, asesinar, porque se las considera una cosa y como tal  pueden ser apropiadas.
Cuando decimos que exhibir a una jovencita de 14,15,17 años “presentándola” a la multitud y a un jurado para que éstos la juzguen también es violencia de género; seguramente nos dirán que exageramos, que somos fundamentalistas.
¿Pero en qué consiste el espectáculo de la elección de la Reina de Carnaval sino en cosificar a algunas niñas-mujeres, y con ellas a todas las demás? Hay un sujeto con poder (Institución de Bien Público) que ofrece a otro sujeto con poder (público y jurado) un objeto para su deleite (candidatas). El deleite no sólo consiste en la admiración, casi nunca respetuosa, sino también y en gran medida, en la crítica (como por ejemplo la búsqueda insidiosa de 1cm de celulitis que la deje fuera de competencia).
Juegan con las chicas, con sus sentimientos (rompiéndose lazos afectivos entre ellas por competencias ajenas) y  con su salud física(ya que la que no fue dotada por la naturaleza tiene que recurrir a conductas que llevan a la enfermedad como por ejemplo la bulimia y la anorexia para estar en competencia) y psíquica(exponiéndolas a  la burla y a la frustración de manera cruel, porque todas menos una probablemente sienta que fracasó, y no por algo que hizo sino ella misma, porque todos somos el cuerpo y si mi cuerpo no es juzgado favorablemente ergo soy un fracaso).
Las Instituciones participantes  que durante todo el año empeñan su tiempo y su labor  en difundir valores como la generosidad, solidaridad,  el esfuerzo personal, la buena salud física, psíquica y emocional y el compañerismo, en tiempo de Carnaval, a la inversa que las mascaritas, dejan caer su careta y muestran  qué es lo que valoran realmente en una mujer: su apariencia física.
Específicamente en éste concurso, las jóvenes no se presentan de  manera autónoma (lo que sí sería su propio derecho a mostrarse), son las Instituciones, quienes las presentan. Por supuesto que con el consentimiento de ellas ¿pero como no desconfiar de la libertad de ese consentimiento cuando se les ofrece nada más ni nada menos que pertenecer al grupo de las elegidas?. Resultaría muy meritorio pero no exigible que una adolescente pueda rehusar ese ofrecimiento.
Las miradas libidinosas y codiciosas son  también un abuso. Usar a las adolescentes (individualmente en situación de vulnerabilidad), unos para lograr un premio que puede consistir en prestigio o dinero y otros para alimentar su morbo es humillante y denigrante para la persona vulnerada. Por eso invitamos a las candidatas a  renunciar al reinado, renunciar al privilegio de ser la cosa más linda para ser una persona igual a las demás chicas,  que no vale por la apariencia sino en sí misma. No hay mayor libertad que la que surge del renunciamiento a los privilegios.

jueves, 2 de febrero de 2012

Prefiero ser plebeya

Es habitual, cuando llega la primavera, que en las distintas instituciones educativas se fomenten los concursos para elegir a la reina. Podría verse esta elección inocente, simpática y tal vez, desde otro punto de vista, como una forma democrática de participación ciudadana: colocar un papelito con el nombre de la que yo considero “más bonita”. Pero, considerándolo desde otra óptica, esta inocente elección prepara a las mujeres para que desde pequeñas ingresen al espacio de la mercantilización. A estos juegos de niños/as le suceden las competencias de bellezas que habitualmente se realizan durante la época de carnaval, donde pasean en carrozas a las adolescentes para que otros/as midan, pesen y evalúen si cumplen con lo pautado. Insistimos: todo sigue pareciendo inocente y divertido. Pero detrás de este ritual anual se esconde algo más que varias noches de niñas semidesnudas complaciendo a un público ávido de cuerpos jóvenes; detrás de este ritual aparece una sociedad marcada por estereotipos de belleza que fijan las condiciones para ingresar al mundo de lo aceptable, de lo exigido, de lo indicado para no quedar excluida del mercado. Ese es el precio que exige el reinado: exposición, imposición, esclavización. Si ese es el precio para llegar al reinado es preferible continuar siendo plebeya.