jueves, 2 de febrero de 2012

Prefiero ser plebeya

Es habitual, cuando llega la primavera, que en las distintas instituciones educativas se fomenten los concursos para elegir a la reina. Podría verse esta elección inocente, simpática y tal vez, desde otro punto de vista, como una forma democrática de participación ciudadana: colocar un papelito con el nombre de la que yo considero “más bonita”. Pero, considerándolo desde otra óptica, esta inocente elección prepara a las mujeres para que desde pequeñas ingresen al espacio de la mercantilización. A estos juegos de niños/as le suceden las competencias de bellezas que habitualmente se realizan durante la época de carnaval, donde pasean en carrozas a las adolescentes para que otros/as midan, pesen y evalúen si cumplen con lo pautado. Insistimos: todo sigue pareciendo inocente y divertido. Pero detrás de este ritual anual se esconde algo más que varias noches de niñas semidesnudas complaciendo a un público ávido de cuerpos jóvenes; detrás de este ritual aparece una sociedad marcada por estereotipos de belleza que fijan las condiciones para ingresar al mundo de lo aceptable, de lo exigido, de lo indicado para no quedar excluida del mercado. Ese es el precio que exige el reinado: exposición, imposición, esclavización. Si ese es el precio para llegar al reinado es preferible continuar siendo plebeya.

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